11 agosto 2020

Veinticinco cuernos de rinoceronte

¿Veinticinco cuernos de rinoceronte? ¿Diez mil maníacos? ¿Uñas de nueve pulgadas? ¿Un millón de polis muertos? ¿Diez años después? ¿Motonieve veintitrés? ¿Siete notas siete colores? ¿Noche de tres perros? ¿Diez centímetros cúbicos? ¿Ascensores al piso decimotercero? ¿Frente doscientos cuarenta y dos? ¿Mil dolores pequeños? ¿Otro nombre numérico ingenioso para un grupo musical? Nada de eso, aunque algo tendrá que ver el artículo que aquí empieza. Sea usted paciente y lea hasta el final.

En el olvidado año de 1994 el sello discográfico Por Caridad Producciones recopiló veintiún temas musicales y no musicales que parecían venidos del espacio exterior y los publicó en un disco titulado Noise Club Uno, una suerte de adjunto sonoro de su revista/fanzine Noise Club. Por desgracia, o por caridad hacia los potenciales oyentes incautos, nunca hubo después unos discos llamados Noise Club Dos, Noise Club Tres, etc. 

En el citado disco aparecieron rutilantes estrellas del undergrún peninsular: el terceto Crek-Ignorant-Nubla desgajados de su propia masa, el hombre-a-una-armónica-pegado Toner y aquel héroe del mutismo llamado Tres, entre otros; fulgurantes astros de la periferia de nuestro mundo civilizado que eran amigos y residentes en Barcelona a ratos: Mark Cunnigham, Pascal Comelade y Jakob Draminsky; asteroides que orbitaban en la misma mesa de redacción del fanzine y de producción del disco (trabajadores de Por Caridad y miembros del grupo musical Mil Dolores Pequeños): Ajo, Javier Colis y Javier Piñango, este con el alias C-666; y agujeros negros en los que toda la luz que entraba era expulsada por un agujero blanco ubicado en el barrio de la Verneda de Barcelona, entrando al fondo a la izquierda: Escupemetralla, sin ir más lejos. 

Portada y lista de temas del CD Noise Club Uno

Portada del número 4 de la revista Noise Club

La canción con la que Escupemetralla participó en aquel disco llevaba el título de “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico” y en ella el grupo pretendía, por una parte, y quizá como respuesta a “Moscú está helado” pero desde una perspectiva albanesa, hacer un pequeño homenaje al héroe del trabajo Arturo Lanz y al comisario de la luz Gabriel Riaza, conductores de la apisonadora de ruido industrial Esplendor Geométrico, que quisieron ser rusos soviéticos y acabaron siendo funcionarios del estado español; hacia 1993, sin embargo, el cuerpo de Riaza se hallaba ya en un retiro espiritual marroquí y su mente había sido trasplantada al cuerpo de Saverio Evangelista, como todo buen melómano conoce. 

Por otra parte, con esa canción Escupemetralla arremetían, provistos de un par de MS-20s y una guitarra sintética, contra la frialdad mecánica y la seriedad bolchevique-estajanovista de EG, extrañamente mezclada, por cierto, con el futurismo paleofascista que dimana del mismo nombre de ese grupo (los lectores ya habrán apreciado en la frase anterior la erudición de quien esto escribe). Frente a los ritmos brutalistas y militares difundidos por EG, aptos para concentraciones de tropas del Pacto de Varsovia, Escupemetralla venían a contraponer el colorido folklorismo de las manifestaciones del primero de mayo en Tirana. Aunque Arturo Lanz afirmó en una entrevista que “el sentido del humor es imprescindible en EG, como en la vida en general”, a continuación parece que hizo como si oyese llover cuando el entrevistador le comentó que “ya en el 84 [sic] Escupemetralla os rendían pleitesía con su canción ‘Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico’”.

Más aún, así como en general Esplendor Geométrico mostraban una propensión a ordenar el caos embutiéndolo en percusiones trazadas con regla de cálculo para alegrar supuestamente los envarados bailes del domingo en un koljós, Escupemetralla tendían a lo contrario, es decir, a desordenar el ruido, si cabe, a introducir una guitarra distorsionada donde menos se la espera y a transformar las masas proletarias en hordas de jevis. Hay que precisar, en cualquier caso, que en la primera formación de Esplendor Geométrico sí había habido un guitarrista. ¿Qué habría ocurrido si, como hicieron Los Pecos con su guitarra, EG hubiesen seguido surcando “senderos que / en mi imaginación / fueron caminos de amor / de risa y de candor”?

El 17 de julio de 1994, Ajo, Javier Colis y Javier Piñango visitaron a Jesús Ordovás en su templo de Radio 3 llamado “Esto no es Hawaii” para presentar el disco Noise Club Uno. En el programa, de una hora de duración, se radiaron y se comentaron casi todos los temas del disco. Esta es la transcripción aproximada de la intervención de Ordovás y de los Por Caridad antes y después de que sonase el tema “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico”:

Ordovás: “… y después vamos a oír a Escupemetralla, que son ¿quiénes?”

Un Javier: “Pues Escupemetralla…”

Otro Javier: “Pues un ente [ininteligible]…”

Ordovás (interrumpiendo): “Aquí pone Mujama-má y Mujama-mód”

Ajo: “Pelicanistas…”

Un Javier: “Son dos pelicanistas, no sabemos mucho de ellos, son así como un poco herméticos…”

Ajo: “Son muy herméticos y, además, teniendo en cuenta que esta canción fue grabada el 5 de agosto del año 2025…”

Un Javier: “… pues hay poca información”

Ajo: “… poca información [ininiteligible]”

Ordovás: “Está lleno de extraterrestres este compacto [ininteligible]…”

Un Javier: “Lo que sí que podríamos decir es que, quien quiera saber más de ellos o quiera ponerse en contacto con ellos, no tiene más que escribir a Clonaciones…”

Ajo “… Petunio…”

Un Javier: “… Petunio …”

Ordovás: “… al apartado 19106, 08080 de Barcelona, efectivamente, viene aquí la dirección, si queréis poneros en contacto con Escupemetralla. Y este título me recuerda a mí evidentemente a otro de un personaje …mmm… que hizo una canción llamada ‘Quiero ser guitarra de Siniestro Total’…”

Un Javier: “Ajá”

Ordovás: “… la canción se llama ‘Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico’”

[Suena la canción]

Ordovás: “Escupemetralla, así se llama este grupo, son extraterrestres islámicos de Barcelona…”

Un Javier: [risa contenida]

Ordovás: “… se llaman Mujama-má y Mujama-mód, son pelicanistas y su guitarra se puede decir que es una, mejor, su canción, es una puesta al día de una canción que hizo un personaje llamado P.P. Tan Solo … mmm… en los días en que Siniestro Total aparecían en el horizonte de Vigo y tomaron todo el mundo a través de la jungla de ‘Esto no es Hawaii’. Escupemetralla, ‘Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico’. Estamos aquí oyendo algunas de las canciones de un compacto que es el primer volumen del Noise Club, del club del ruido, que trae veintiuna canciones.”

¡Bravo por Ordovás y por los Por Caridad! Tenga en cuenta el lector tres cosas importantes. Primera, que los componentes de Escupemetralla se llaman Muhammad y Muhammad, y que la mala fonética del locutor se debió probablemente a que la tipografía de la portada del disco estaba escrita a mano y en ocasiones resultaba algo difícil de descifrar para ojos no adiestrados. Segunda, que la dirección postal que se cita hace muchos años que quedó inoperativa debida a un incendio eléctrico pavoroso que consumió un distrito entero de Barcelona. Y tercera, que a quien esto ha transcrito le ha resultado imposible distinguir las voces de los Javieres. Por si acaso la transcripción anterior es insuficiente, aquí pueden escucharse estas intervenciones y la canción, tal como sonó ese día en Radio 3.

En efecto, hacía más de diez años que el punkero alicantino P.P. Tan Solo había enviado su canción “Quiero ser guitarra de Siniestro Total” al programa de Ordovás, quien, como buen fan de Siniestro Total, no se cansó de radiarla y, según algunos, hizo famoso a Tan Solo. La canción se publicó en el año movido de 1983 en un disco recopilatorio editado por DRO y llamado “Punk? Qué Punk?” y en 1986 en un cassette punk del sello francés Freedom Fighters titulado “Fight and Fuck Pasqua” (Charles Pasqua era el denostado ministro del interior francés de aquel entonces). Posteriormente, P.P. Tan Solo se integró en la banda Carne de Psiquiátrico, de excelso y reducido recorrido, cuyo repertorio bien podría merecer el comentario que Arturo Lanz hace sobre el suyo propio: “Es que si escuchara grupos que hacen lo que yo, me volvería loco, no me apetece. De hecho, no escucho ni lo que he hecho yo.”

El músico alicantino P.P. Tan Solo

P.P. Tan Solo canta "Quiero ser guitarra de Siniestro Total"

No fue una casualidad que “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico” apareciese un el recopilatorio Noise Club Uno, ni lo fue que Por Caridad llevasen el disco al programa de Ordovás. Todo formaba parte de un plan estratégico orquestado milimétricamente para llamar la atención del locutor gurú y lograr que Escupemetralla alcanzase la fama entre comillas.  Clonaciones Petunio obligó a Escupemetralla a incluir la canción en su cassette “Multimierda”, de 1995, entre otros temas con los que el encaje era, por decirlo suavemente, nulo. Sin embargo, ni a Escupemetralla ni a P.P. Tan Solo les fueron concedidos sus deseos respectivos. De hecho, qué podía esperarse de una canción calificada de “detritus industrial” hecha por un “insigne engendro del undergrún barcelonés de mediados de los 80” (según escribió Jaime Gonzalo en su blog en 2014). Como ya se ha dicho, Esplendor Geométrico no quisieron darse por enterados.

Transcurridos 25 años desde la publicación de “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico”, a algún avispado gerente del sello discográfico Nøvak se le ocurrió que sería una buena idea invitar a variados músicos de aquí y de allá a remezclar las pistas originales, si es que había manera de encontrarlas. Tras forzar arcones con telarañas, desempolvar cintas magnéticas, reconectar multipistas venerables y re-procesar guitarrazos, finalmente se consiguió restituir gran parte del material sonoro con el que se había construido la canción. Se invitó a un centenar de artistas, de los que una veintena acabaron colaborando entusiasmados. Mención aparte debe hacerse de cierto tótem supuestamente industrialista y minero que pretendió cobrar una buena suma de dinero por trabajar en la remezcla, y que fue rechazado por capitalista explotador heteropatriarcal y enemigo del pueblo.

Una vez aceptada la invitación, los incautos artistas tuvieron acceso a un cofre musical repleto de loops, frases y ruidos extraídos o desgarrados de las grabaciones multipista mutiladas que Escupemetralla había logrado rescatar por unos minutos de su destino entrópico más probable. Naturalmente, delante de tan descomunal y proceloso maremágnum de material digitalizado nadie consiguió extraer, ni mucho menos utilizar, fragmento alguno de la pista original y, contrariamente a la propuesta, se dedicaron a hacer lo que cada cual mejor sabía hacer.

El proyecto acabó convirtiéndose en un catálogo de ausencias. Poca mención, si bien alguna, merecen aquellos que, habiendo aceptado el reto, desaparecieron luego sin siquiera dar una excusa, engrosando la creciente nómina de personajes de nula credibilidad con la que se va poblando nuestro mundo. No obstante, la principal ausencia, la que incomoda, es otra: desde el principio se quiso contar con la participación de Antón Ignorant, de quien nadie supo o pudo facilitar el contacto. Lejos quedaban las manipulaciones a las que dejó que Escupemetralla sometieran sus riffs en “Totum Revolutum”, sus colaboraciones con el BOES (véase la entrada sobre eso en este mismo blog) y, más lejos aún, la participación desinteresada (y aquí no hablamos de intangibles, conceptos y motivaciones) de quien esto escribe en que “Radiante Porvenir” viera la luz. Era un buen momento para recuperar, tal vez, el contacto perdido entre océanos de tiempo y espuma Atlántica. 

Este no es el momento ni el lugar para hacer un panegírico de Antón Ignorant; basta decir que era generoso como persona y como artista, así como un gran pensador y ejecutor (en los múltiples sentidos que esa palabra puede tener) de músicas. Seguro que hubiera parido una de las mejores contribuciones a este disco que, ahora, cuenta con una pista perdida, con un silencio especial que el buen oyente sabrá localizar entre tanto pandemonio guitarrístico y sintético. El recuerdo entrañable y la sentida ausencia es en este caso la de Víctor Nubla, que se hacen también evidentes con la pista que abre luminosamente el disco, una afortunadísima sustitución del tema original que nos regaló Macromassa. Aún hay otras ausencias menores que podrían enumerarse pero, por definición, será difícil percibirlas salvo a quien ande conectado a la internet psíquica de Austin Osman Spare.

El resultado final son 24 remezclas que, junto con el tema original, fueron publicados por Nøvak a finales del olvidado año de 2019 en un contundente doble CD con el título “25 años de paz”Esta vez Esplendor Geométrico sí se dieron por enterados y, cual cinta de Moebius, enviaron sorprendentemente una remezcla que puede interpretarse en el sentido de que EG quieren ser guitarra de unos que quieren ser guitarra de EG. Escupemetralla hicieron dos remezclas que no pasarán a la historia de la música barroca pero que pueden provocar insomnio.
Los artistas que contribuyeron remezclando o reinterpretando el “Quiero ser” fueron estos:


Mandivula participaron con esta remezcla

Escupemetralla reinterpretaron el tema

Y compusieron “Escupeguitarras” mediante el método paranoico-crítico
 
Críticos y reseñadores musicales de todo el planeta hicieron cola para publicar sus comentarios y pareceres sobre el doble CD. Bien, esa no es toda la verdad. Lo cierto es que algunos de ellos sí lo escucharon y publicaron reseñas, mientras que otros hicieron lo que venían haciendo desde antaño: como si lloviera. Quizá en la contumaz sordera de Rock de Lux respecto a las producciones recientes de Escupemetralla podría encontrarse el germen que propició el cierre definitivo de dicha publicación, y quizá se rodará una película de ciencia ficción sobre ese asunto en un futuro próximo. Demasiados quizás. Volviendo al mundo de lo concreto, he aquí breves extractos de reseñas publicadas durante los últimos meses:

“Prepárate para oír mucho ruido, muchos ritmos y muchas texturas agobiantes y desagradables que te arruinarán el día. Comencé a encontrarlo bastante nauseabundo tras una exposición prolongada [...]  cualquier compilación en la que se incluya a Macromassa debe tener buenas intenciones.” [traducido del inglés] (Ed Pinsent, The Sound Projector, 14.07.2020)

“Contiene un montón de ingeniosas remezclas y versiones que van desde lo experimental a lo bailable.” [traducido del inglés] (NM, Electronic Sound 64, abril 2020). 

“Encontrarás desde versiones minimalistas, atmosféricas y experimentales a otras industriales y robustas. Ya hemos hablado del sentido de humor de Escupemetralla. Por ejemplo, con su 'Escupeguitarras' podrás soltar una carcajada: habiendo solicitado el ansiado puesto de guitarrista,  incluyen numerosos samples de riffs clásicos del rock (desde Pink Floyd, Led Zeppelin y Jimi Hendrix a The Kinks).” [traducido del neerlandés] (Dimi Brands, Dark Entries, 12.03.2020)

“Este compendio es una excelente oportunidad para redescubrir la potencia creativa de un conjunto de artistas que han nutrido durante las últimas décadas el ámbito de la música experimental.” (Fernando O. Paíno, NoMelody Magazine, 29.02.2020).

En la portada del doble CD se contempla Barcelona desde el edificio del Piramidón, en el barrio de la Paz / la Verneda. El polígono de viviendas La Paz fue inaugurado oficialmente y con toda la pompa en 1966 por quien nueve años después acabaría descuartizado en un hospital como penitencia suprema por las masacres que ordenó durante las cuatro décadas anteriores. El tipo había organizado en 1964 una celebración, no solo nacional sino sideral, de los 25 años transcurridos en la paz de los cementerios y de las tapias de fusilamiento desde el golpe de estado en el que participó con el apodo de “el Cerillita”.

Portada alternativa desechada del doble CD

Esos “25 años de paz”, como se denominó la campaña de propaganda cerillista, dieron nombre no únicamente a dicho polígono sino al doble CD que nos ocupa. En este segundo caso, se trataba de unificar varios conceptos que a más de uno le parecerán imposibles de juntar: los años transcurridos desde la publicación de “Quiero ser” en 1994; la paz musical que supuso ese lapso de tiempo gracias a la oportuna ausencia de Escupemetralla de los escenarios; el hecho de que Muhammad y Muhammad se hubiesen criado en las calles de La Paz jugando a las canicas y rompiendo papeleras; el brutalismo arquitectónico de La Paz y su Piramidón, que enlazan con el brutalismo sonoro de Esplendor Geométrico; y, por último, la aparentemente tenue pero intensa  relación entre La Paz y varios distritos de Tirana, capital de Albania, antiguo paraíso-campo-de-concentración del dictador Enver Hoxha, ex-marxista-leninista-anti-revisionista, ex-maoísta y hoxhaista, claro. 

Precisamente, Hoxha aparece en la letra de “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico”:

“Quiero ser la antorcha del proletariado
y en cabeza desfilar el uno de mayo
Propagar el credo del caudillo Hoxha
que iluminó Albania con su estrella roja”

y su mirada otea el prometedor futuro comunista desde la carátula interior y desde los mismos CDs de “25 años de paz”:

Los múltiples rostros de Enver Hoxha 

Por la tarde de un quizá frío 14 de diciembre de 2019, Muhammad y Muhammad presentaron en la Sala Niu de Barcelona el doble CD en una velada auspiciada por Nøvak. En la misma, diversos artistas participantes en las remezclas narraron sus aventuras y se sometieron a un detector de mentiras, con resultados variados. Los organizadores del evento habían invitado a un célebre musicólogo para que impartiese una conferencia sobre los aspectos espirituales y sociológicos de “Quiero ser guitarra de EG”, pero, por desgracia, se fracturó el tobillo el día anterior en un tonto accidente de parapente en el Cáucaso. Sin embargo, pudo enviar la conferencia grabada en vídeo y así pudieron disfrutarla los asistentes.

La conferencia del Dr. Piotr Balalaiky se tituló “Factores intrínsecos y extrínsecos de la aproximación logarítmica a la curvatura del cuerno del rinoceronte: un análisis xenomusicológico de 25 años de paz gracias a dios”, cuya transcripción letra a letra se ofrece como adjunto a este artículo. Haciendo gala de sus renombradas imposturas, el Dr. Balalaiky pergeñó una deslumbrante perorata trufada de exégesis y hermenéutica conceptual y musical del doble CD, a base de reciclar reseñas de música diversa previamente publicadas en la hoy extinta revista Rock de Lux.

Por fin hemos enlazado con los rinocerontes y sus cuernos, como podrá comprobar el lector que haya resistido hasta aquí. Y si tiene unos minutos más en los que invertir sus merecidas vacaciones, este es el vídeo de la conferencia.

Firmado: Muhammad y Muhammad


Factores intrínsecos y extrínsecos de la aproximación logarítmica a la curvatura del cuerno del rinoceronte: un análisis xenomusicológico de 25 años de paz gracias a dios

Piotr Balalaiky, PhD. Miskatonic University

Pero qué requetemodernos y centelleantes suenan estos cabezas de chorlito. ¿De verdad son Escupemetralla y sus numerosos amigos? Sacudíos los prejuicios, mamelucos. Estos tipos representan lo peor, vale, pero, objetivamente, en términos de pop actual, lo que hay detrás de sus nombres aquí y ahora suena fresco a rabiar como una jauría de perros rabiosos recién viviseccionados. Quizá incluso demasiado viviseccionados, por momentos. El eslalon es tan vertiginoso como excitante. Los rebordes lo-fi de sus ruidos de cisterna averiada han sido depurados en una suerte de hechizo pupúrrico donde la dosis de humor negro ha sido debidamente amplificada por un altavoz también averiado. Algún enclenque mental ya ha escrito que este doble cd es tan moderno que carece de estribillos o de ganchos fáciles; mentira cochina: hay coros, precoros, postcoros y requetecoros que se adhieren con fastidiosa facilidad, ¡malditos!, a la memoria histórica de José Luis Rodríguez Zapatero.

En general, el discurso no puede ser más gorrino y explícito, nos llega adobado en una rozagante cibercatarata de efectos y detalles que, a modo de ping-pong, van lanzando las canciones a toda mecha de un sitio a otro sin dejar que el oyente se acostumbre a nada. No hay baladas. No hay instrumentos reales. Todo es una engañifa. Es pop de zortzico que hace bzzzrrrr entre las orejas de un asno maniatado en la oreja de Enver Hoxha. Porque la música de Escupemetralla apela, sobre todo, al espacioso y confrontado mapa de sensaciones próximas que ofrece la vida en la cárcel y lo comunica mediante un penetrante mosaico de escueta instrumentación teñida de albaricoque aunque con marcados rasgos de betún, coronados por un extenso instrumental exclusivamente interpretado por orquestas de bandurrias electrificadas o por señoras que soplan flautas preparadas. La apuesta de Escupemetralla por el pop oblicuo, púbico y minimalista remite, en parte, no tanto a la estética como al ideario expuesto por ambos músicos en sus respectivas trayectorias e incluso a referencias como Robert Wyatt, Brian Eno y Marisol. Solo que aquí cuaja en un espacio de creación inédito para todos ustedes, sufridos borregos; en una hoja en blanco ante la que el instinto es más decisivo que el método o la técnica. Y, en este territorio, Escupemetralla se reestrenan convertidos ya en unos maestros de la indigencia.

Así, debe reconocerse el valor de coger el toro de la actualidad por sus acuíferos y servir un estupendo producto acorde a las últimas tendencias franquistas. Va a cumplir 25 años, es su séptimo álbum de fotos de primera comunión, su imagen pública es un sainete y ya dejó con un palmo de narices a Jesús Ordovás y demás cuadrilla de vendimiadores, por no hablar de mí mismo. Solo Salvador Dalí les puede mirar por encima del hombro. 

Un auténtico batallón de productores, compositores, arreglistas y vividores contribuyen a esta orgía de sonidos futuristas adaptada a los cánones de la canción comercial. Los hay de la industria de toda la vida, pero predominan nuevos valores como Bohemundo III, Raimundo de Trípoli y Godofredo de Bouillón. A la lumbre de esta filigrana que hoy les presentamos, se extienden 25 pociones de engañosa superficialidad, que subliman el uso del detalle mínimo como disparador anímico de cangrejos ermitaños. Ya sea en forma de imperceptible giro vocal o eco de teclado fugaz, el surtido de ganchos crece en este doble cd de manera exponencial a la velocidad con la que gotean las melodías inaudibles de una ducha asimismo averiada. 

Tal movimiento se salda con unas remezclas desconcertantes en lo instrumental, pero profundas y cálidas en lo lírico. Los colaboradores de Escupemetralla cargan sus plumas de pelícano semidevorado por un león con un discurso críptico alrededor de sus salvaciones y tormentos. Una dualidad de matices religiosos, ultracatólicos, que aqueja a todo el recorrido y se percibe ya desde el mismo título y desde los jeroglíficos utilizados para denominar este aglutinamiento de mezclas heterogéneas o marmóreas que forman el nuevo testamento de Escupemetralla.

Engañosamente incidental y bucólica, e inevitablemente siniestra, política y conceptual, la canción “Quiero ser guitarra de Esplendor Geométrico”, que se publicó en 1994, recrea con su gran título un elocuente viaje a pie por la Vieja Albión. Su sarcástico itinerario cuenta con el sonido colaborativo de cientos de músicos de toda Europa, un nadador cruzando el canal de la Mancha, el desmantelamiento de una fábrica, una manada de obedientes ovejas galesas y un discurso tartamúdico de Carles Puigdemont al son del “Moonlight Serenade” de Glenn Miller, todo magistralmente orquestado en 2019 por un bebé tataranieto de Francisco Franco Bahamonde, en este año de la más cateta historia reciente. 

Dos docenas de cañonazos de ruido acorazado para matar moscas que, de la inaugural y despendolada “Necesito contactar con Gabriel y Arturo” a ese abrazo del oso en clave hardcore que es “Escupeguitarras”, le dejan a uno como si le acabase de arrollar un ejército de buldóceres. Ni Escupemetralla ni sus colaboradores inventan nada, cierto, pero tampoco lo necesitan: les basta con agarrarse con uñas y dientes al borde de un acantilado, hacerles una opa hostil a Parchís y tomar impulso en un trampolín de pieles de plátano para firmar un doble cd que es un auténtico chute de estreptomicina, ideal para empezar la semana levitando un par de palmos por encima del suelo o rapándose el perineo con un cortacésped.

Estos discos son un remanso de 25 años de paz, la clase de fuerza arrebatadora que trasciende géneros, dogmas y épocas, pero respeta la tradición carpetovetónica por encima de todas las cosas feas. Sin esa tozudez con la que los puristas tratan de preservar el acervo experimentaloide como un cofre estanco, Escupemetralla –nacidos en el barrio de La Paz, de la Verneda barcelonesa, y con un lazo corredizo asfixiándoles la glotis– no habrían tenido nada que aprender del flamenco más puro. Lo hicieron primero en Moscú a 25 grados bajo cero, junto a Rosalía, quien alimentó su curiosidad natural con el ansia del conocimiento y una técnica colosal para partir nueces de palma con la palma de la mano. Así, empezaron a escarbar con la uña la inagotable herencia del flanger, iniciando un trayecto por la periferia de la razón que halla en la guitarra de carne de Esplendor Geométrico su más alta expresión paranoico-crítica.

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